Hombre

Esse Imaginaria



Todos los hombres son diferentes.
 Todos lucen un lunar, 
un acento en la palabra, 
una montaña que rasga el cielo,
 una sima que hondo llama a las puertas del infierno;
 y todos son ellos, tal que unidad 
enterrada en mil ciento...


Karol Bak


Diferencia la suya que le enriquece y que no delimita, diferencia inmensa allá en cada uno de sus adentros, en lo más hondo de los sueños o en la flor de la piel que distinto brilla bajo el mismo cielo...

Nadie puede ser igual que nadie, y noten con pena que la saña hace que cada corazón latir no consiga al mismo ritmo del corazón ajeno...

Mas sepan igualmente, que todos tras de la luna anhelan el mismo amanecer dorado, la calma de la noche fresca cuando arrecia el verano; sepan pues que cada uno de ellos, necesita agua y pan tras del trabajo, sepan entonces, que todos nacen del vientre abierto de una madre y mueren todos bajo el mismo cielo.

Hombre, fiel enemigo
 y amigo manco... 

Sólo hombre puede ser
 un asesino santo,
 papel e historia,
 anónimo amor 
y amigo ingrato;
conferenciante sordo,
espada y beso,
amable sufrimiento
y soberbio honrado.

Tantos en uno sólo es,
 y uno sólo es 
en tantos... 


Confidente




Todos los días 
el firmamento inclinado 
sobre sí mismo
 me pide un beso. 

Y cada noche,
 la luna torda o blanca o rosa,
 media, llena o nueva,
 se pasea y se pasea
 por la pasarela del cielo.

Y trepo ilusionada
 para verla más de cerca 
y abrazada a su halo,
 preguntarle por tu día 
y  por tu tan lejana noche 
de invierno.


Bogna Altman



Dime, dulce espía, 
de sus quehaceres lejanos. 
Dime, fiel espejo de mis fantasías,
 qué brillos deslumbraron hoy sus ojos inmensos,
 qué penas desgarraron hoy 
sus lágrimas en perlas vivas
y lamentos. 

Dime, confidente del mundo de los secretos,
 del lejano tiempo y del espacio inmundo.
 Confíame dónde se encamina 
la pegada sombra de mi amado. 
Dónde, dime, 
le aguarda la dicha
y dónde le espera 
el desamparo.


Agua

El prado de Proserpina






Natalia Drepina


No sabía volar, era
 agua clara de la fuente,
y su salto, cual relente
que tan presto pereciera,
sus alas jamás prendiera
en un impetuoso vuelo.
Mas quizá, cual liso velo
su melancólico cantar, 
sea de la errante alma el danzar
calmando sed al jilguero.

Azahar

El prado de Proserpina


Y es que es la primera vez, ya se anuncia,
 cada vez que yo te aspiro,
linda flor escondida tras las otras flores
 que alzada sobre cualquier naranjo
 perfumas de cítrico acento todos los rincones
de mi recinto amurallado.

Ernesto Castillejo Ramos


 Y es la primera, 
cada vez que penetras mis pensamientos 
y me sorprendes con tu pequeña humildad
-flor primera de azahar- 
llena de dones...

Y es que respirar tu aroma, 
sello impar del estrecho laberinto
 de las doradas almenas cordobesas,
me da la luz al alma
y plenitud otorga
 a mis suspiros.

Escanciando oro

Esse Imaginaria



En la oscuridad de este averno, 
recuerdo...
En la fría multitud ausente,
te veo...
y bajo mi alma aún doliente
yo no te encuentro
aunque pasen mil años
de invierno...

Recuerdo tu ser pintado en mi piel de hielo, 
recuerdo las simas del pasado ya muerto, 
tu silueta enmarcando mi mundo perfecto, 
tu corazón, diapasón dorado de mi aliento...

Mariska Karto

Recuerdo tus brazos, 
alas blancas sobre negros cielos, 
añoro el batir de tus pestañas esos días 
en que tus ojos aún reflejaban mis ojos,
tan lento...

Te quiero, 
pintando las paredes de mi mundo frío y tordo, 
y lloro tu figura, 
para beber después mis lágrimas sorbo a sorbo...

Amor, mi corazón late por tu corazón ya absorto,
y vives dentro de mi talle, dibujando mis sueños locos,
acompasando mi piano
con notas dulces del pasado,
escanciando oro.

Me hace raro...

El prado de Proserpina

Sin poesía, ¿qué son tus ojos?,
 ¿qué mis sueños, sin su dulce regazo,
 o qué sentido tendría el viento,
 sobre las amapolas en los verdes llanos?.

¿Y los abrazos...?
 ¿Qué el reflejo del sol sobre tus cabellos
 llegaría a ser sin el aderezo de su fantasía,
 o qué sería sin la poesía
 la luna llena transitando al raso?


Mariska Karto


Unos ojos y un sueño y el viento cruzando las amapolas de los verdes llanos, un abrazo y el brillo del sol sobre unos cabellos y de la noche, el astro.
O quizá sin poesía no alzaría nunca mis ojos al sol ni a la luna, ni reparar habría sobre tus cabellos claros, porque sin el cosquilleo de sus alas torcidas reparar en tales cosas, sería vano.

Vano como lo es la contemplación del cielo en la noche, y vano tal que el goce del aroma de unos jazmines en el verano; como leer el mundo en tus ojos entornados, beber cascadas de arcoíris, o abrazar al mundo lentamente con corazón de soñador apasionado.

Si mirar al cielo me hace fuerte,
 y mirar la luna me hace raro,
 he de entonar canciones al viento
 y que subidas al lomo de tal corcel
 repartan opio, azahar y laurel
 sobre los prosaicos valles del llanto.

El hielo de los arrabales





De repente 
todo se ha hecho insoportable, 
la sombra y la luz, 
las montañas, 
los verdes valles...
Se hielan,
se hielan día a día y noche a noche
los ancianos y los infantes,
mientras que cada cual en su lecho se arropa
y se revuelve una y otra vez
para no acordarse.





Mariska Karto



El Sindiós ha llegado pisando fuerte a los que no tienen casa, y quemando con antorchas de remordimientos acallados a los cobardes; mientras el cielo nos contempla cabizbajo en este charco de sangre. 

Se hielan,
 se hielan cada noche,
 se hielan cada tarde; 
los cuerpecitos al viento
 y los corazones cobardes.


Quiero paz, pero no sé del camino; quieren pan, pero no sé de nadie que prefiera alimentar al pobre antes que ver al cerdo engordarse.
Más el cielo resplandece impúdico de belleza cada mañana y se oscurece soberbio al caer la tarde, las amapolas se mecen al viento dichosas y los niños al nacer saludan a sus madres.
Y el mundo gira sin contar los días ni los muertos, y la luna inmensa riela y riela sobre los transparentes lagos que del holocausto nada saben; y los enamorados, los enamorados se abrazan inconscientes, como si al mismo tiempo otros enamorados no yaciesen bajo el hielo frío de los arrabales.



El reflejo

El prado de Proserpina


En esta jaula yo me hallo, 
poseído por tus livianas rejas,
 atrapada por esta llave
 dorada que yo poseo
y que te entrego 
sin usar.

Camille Claudet

En el cielo de tu boca callada 
yo quisiera morir sin aire,
 entre tus manos frías, 
sobre tu mirada altiva,
en tu donaire. 

Y no quiero libertad ancha que me llevare
 lejos del reflejo de tus besos...
Quiero yo, sólo yo quiero esta pesada cadena,
 que entre mi amor y tu indiferencia
 me aprese fuerte o me escupa lejos.

Mas allá a lo lejos, 
en tus pensamientos fríos,
 en tus adentros...
 sólo vive la muerte mía; 
y es que este amor nos es mas
 que del puro amor reflejo.