Afluentes

El prado de Proserpina



Cada vez que se ahoga un segundo
 en el mismo aroma de su ausencia,
 nace, como nace cada mañana el mundo,
venga o no venga pegadito a tu presencia...

Agniezska Lorek


Y cada vez que te vas... ya has vuelto, 
porque nunca de mi mente tu mente se despega,
enredados como estamos tal que dos ríos
 convergiendo en uno sólo sus esencias...

Cada día que pasa es un día más que nuestra piel endurece, reverdeciendo en inocente galope nuestras almas, saltarinas presas... 

Y el tiempo se contempla a sí mismo en este nuestro hueco, aunque el mundo pase raudo y nos rebasen tangentes los salvajes desastres y dulcemente nos alumbren  las albas tiernas. 

Y ahí está, conmovido el pétreo latir de los segundos, que en lo más tierno se detuvo como lienzo vivo, y quieto queda por siempre hasta que el reloj del viento me lleve o de muerte blanda a ti te hiera...

Entonces, y sólo entonces el precipitar suicida de la lluvia se asemejaría a la arena de un reloj pendenciero, que sin motivo se traga al justo y al injusto, al dichoso y al miserable, junto con el señor del cortijo y su labriego mientras le sirviera.
Sólo entonces tú y yo destilaremos nuestras fraguadas aguas, para unirlas a los torrentes del cielo, del olvido y de la apaciguada indiferencia.

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