Azahares

La pasarela del cielo


El fin está más cerca cada día y los días ya no quieren regalarme el brillo de los azahares que yacen muertos sobre tu tumba. Me llamas, me buscas, y tus pasos sutilmente ya se escuchan. Debes saberlo, nada busco que no sea reencontrarte. Ven a verme, ven a cantarme, que yo te atiendo embelesada como embelesada del viento aquel día me quedase, apartando las brisas por buscar tu aliento...

-No es la hora, dices. No es el momento- Mas mis brazos se extienden sonámbulos, atados a este cuerpo despierto, rastreando las entrañas del tiempo que no sabe retroceder el camino ya cubierto. Te encontraré, cariño, allá de los tiempos, allá de este desierto; que estas arenas no atenazan ya mis pies ni el calor de esta sangre que no me ha de acompañar por mucho tiempo.


Sólo te pido que al otro lado tu te halles, esperando y apartando con tus manos los umbrales de ese mundo de los muertos, para rescatarme de este tiempo de hormigas malhumoradas que corren sin saber destino ni origen ni importar trayecto.
Las manos tuyas descarnadas y las manos mías, se prendan en abrazo de duendes y de hadas hasta deshacer en este mismo instante los remolinos del tiempo. Mas mis deseos no quieren cumplirse y esta casa se yergue en eco cada noche de nuestro breve amor y nuestro largo duelo.

-María ¿otra vez aquí sola? ¿En qué anda pensando mirando ese retrato? ¡que lo va a gastar...! Venga a la cocina que ya es la hora de la cena. Le tengo preparada la ensaladita de maíz que le gusta- Dijo la muchacha que me pusieron para que no esté sola mientras se llevaba tu retrato limpiándolo con el filo del mandil. 
Sabes que nunca me dejaron sola después de tu ausencia. Por alguna razón que nunca comprenderé, tu hermano Ernesto y su mujer Hermínia siempre cuidaron de mi hasta hartarme. Más de una vez, a riesgo de demostrarles mi sincero desagradecimiento los he mandado a paseo...pero ellos insistieron hasta cansarme y hacerme claudicar, aceptando la imposición de su intermitente compañía y la de los cuidadores que pagan con sus buenos cuartos para mantener a cero la cuenta que siempre tendrán pendiente contigo. Bueno, o seguro que también  por deferencia a tu adorable persona, porque a mi nunca me cayeron bien. ¿recuerdas cuando me los presentaste?  
-Le preparé la ensalada de maíz que le gusta- insistía la cuidadora levantando la voz para asegurarse de que la había escuchado.
-Sí, la he oído Mercedes, vamos por ella-
 Esta muchacha no me deja pensar, es muy ruidosa y nunca se está quieta. Habla y habla, pregunta y pregunta... Bueno, cariño ¿por dónde íbamos?

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