Abrigo de escarcha

La pasarela del cielo



¡Qué monótona esta monotonía injusta a la que nos avoca el celo de vivir...!

Suave amanece la mañana 
sumergida en su canto puro de manzana, 
 y suave anochece la luna mora
 sobre estas doradas lomas 
 que rojas y gruesas amapolas
 sangran...



Y observo este devenir 
subida al reptil de los minutos que encadenan;
las hay almas malas, 
las hay almas buenas...

Y observo con las manos atadas
 cómo la boca del santo vomita cadenas,
y cómo las manos de la vida mueren trabadas 
después de haber nacido estelas.

Esty

¡Y hundir quieren mis pies, atar quieren mi alma!
y ya preso de cuerpo y gesto quieren al justo
 los que poseen el mundo sobre sus palmas. 

Prenden el tiempo del otro y lo atan, 
haciendo ovillos de ratas,
 robando sueños
 y mintiendo impostoras promesas 
sobre su cara...

¡Diablos sabios, amantes necios!
que roban la vida del pobre 
para tejer su abrigo escarcha.