El dibujo










Quisiera saber si es posible tomar un lápiz y plasmar sobre el inerte blanco del papel, trazo a trazo, sombra a sombra el calor del alma humana.





 En muchas ocasiones, me enfrento, como se enfrenta el hombre a la cálida brisa del mar cuando amanece el largo día de verano, a ese hermoso  vacío del blanco papel que parece interrogar mi alma con insistencia, queriendo saber vehementemente qué torpes manchas mi capricho dejará caer sobre él. 
A su vez es mi alma la que parece escudriñar sus suaves brillos, sus insinuantes sombras... imaginando sensaciones, curvas, miradas y emociones encontradas, hasta al fin tomar una decisión.
 Está resuelto, el trabajo comienza apresurado e inquieto, temiendo que el calor de las exigentes y atropelladas sensaciones que ahora sobrevuelan mis manos se disuelvan como frágiles nubes que pronto morirán bajo los rayos del sol naciente.


Los primeros trazos ya insinúan formas que hablan de sentimientos y a su vez estos, canturrean recuerdos que inspiran ilusiones.....el frenético vuelo se ha alzado, ya no puede parar, no hay tiempo,  ya no pasan las horas, el juego comienza a ser adictivo...el entorno a mi alrededor se ha evaporado, sólo existen emociones, trazos, dedos manchados, que colocan y recolocan sin cesar tonos, sombras y difuminados. 


Ya da igual el resultado porque es una experiencia irrepetible, aunque quisiera enmendar un detalle y lo hiciera el corazón ya acabó de  volcar su contenido sobre un papel que agoniza tras el carboncillo. Puedo tomar otro, puedo repetir todo lo que se hizo, pero no puedo volver a mantener aquella conversación entre la carne y el papel sumiso.



(Imágenes tomadas de internet)




(Alfmega)