Blanco y negro






Hoy quiero levantar la vista al cielo, no me importa si es el día o la noche cerrada que se traga todo lo bueno; porque brillan las risas aquí en mi pecho, y aquí mis besos llaman tus besos con susurros nuevos y susurros viejos.


Jaroslav Monchak 



Blanco o negro, calma o vientos, nada puede robarme el alma que me ata a tu corazón inmenso, y que calma todas las aguas y todos esos gritos tensos, que enturbian el aire allá sobre las lomas bajas, allá muy a lo lejos.
 Agua tengo para esta sed, y calor guardo para tanto hielo; que calmen suaves tus negros y hondos velos... 

Y un beso tengo para tu nuca,
 para que guíe tu alto vuelo,
 que un grato suspiro tú me cuidas
  para despacito, muy despacito,
 bordar mi aliento.

Rebeldía

  



Se me está acabando la rebeldía,
 y cuando rota besa el fondo,
 se eleva como ave verde
y audaz de fantasía...

Y si se me acaban los luceros
 allá en lo alto del cielo, 
me persiguen raudos mil astros nuevos
 con su luz de rabia y mediodía.





Y el camino me habla hoy
 desde sus orillas, 
canciones viejas que me suenan
 a sangre roja y rubia melodía;
 y desde el polvo de estas cunetas,
 lecho morado de florecillas,
 se oyen poemas de conciliación,
abrazo y nueva vida.


Y hoy el pan 
busca su dueño,
 y les crecen alas 
verdes y blancas 
a las caricias;
 porque es justo 
que el mudo hable
sin temor de un dueño,
y sereno grite justicia.

Verde olivo






¿Dónde está mi conciencia,
 que hoy se me ha perdido 
entre el dolor y la rabia 
y el miedo a la guerra...?

¿Y dónde la tuya se halla, 
cuando torturas inocentes 
con la voz altiva 
del jinete y las armas?

 El dinero no tiene miedo, 
porque reina sobre el árbol del mundo, 
pudriendo hasta lo más profundo 
y engañando ángeles incautos
 que extraviaron su meta. 


Prometen y prometen mil ciento promesas, 
mienten y mienten y pecan y pecan.
 Mientras el hombre muere y el niño pena, 
mientras la calle es almohada, 
y el lucero del alba yace
 bajo alguna cuneta.

 Quiero yo un cielo limpio 
y todo el dinero esparcido 
en el campo yermo
 de las margaritas muertas.

 Y abre al sol hoy la mirada mía, 
sobre las nubes ligeras que ya no reptan; 
porque la esperanza hoy es verde aire, 
y el alma tuya es blanca toda,
 como la de un poeta.

Sólo los versos saben dibujar la senda: tus versos;
 sobre las ascuas rojas del miedo
 y de la guerra.

 Y sólo el plan del maestro
 pinta el caos de camino, 
que cuando es ya perdido,
viste sonrisa de blanco cal
y sudario viste de verde olivo.


Volar






Todo está confuso
y no se puede ver el cielo,
 y amputadas todas las alas,
 se arrastran por el suelo.

No hay sueños, 
porque los sueños hoy dan miedo, 
que sólo el viento espanta,
 como el agua espanta al fuego. 

A. M Lorek

  Arde el mundo,
 y arden inflamados los silencios; 
arde el ruido allá en la calle, 
aunque no callen tus rezos.

Ni todos los dioses, 
ni los santos todos del cielo; 
ni los demonios incomodados
 que habitan los avernos,
 enlazar podrán tus dedos entre mis dedos,
 ni acercarte a mi encierro frío y yermo.

Abrázame, cariño, 
y olvídate del alto cielo, 
que enredado aquí se haya 
entre tus párpados leves 
y mis silencios.

 Y conquista hoy mi sonrisa,
 que lucha feroz por aspirar tu aliento,
 y libera tú esta alma
que acorralan  los llantos bajos
 y los muchos muertos.

Desátame estas alas, 
y levanta mis pies del suelo,
 que volar quiero a tu lado 
y a tu lado quiero dormir
 por el fin de los tiempos.

Soñemos los dos muy alto,
 sobre las nubes blancas que surcan los cielos,
 que tus ojos y los míos no miren guerras
 de los cuerdos locos y los locos cuerdos.