El prado de Proserpina
Natalia Drepina
No sabía volar, era
agua clara de la fuente,
y su salto, cual relente
que tan presto pereciera,
sus alas jamás prendiera
en un impetuoso vuelo.
Mas quizá, cual liso velo
su melancólico cantar,
sea de la errante alma el danzar
calmando sed al jilguero.