La muerte, nunca mentada, está al acecho. Presiento lo que va a venir, y no me parece mal. No me da miedo, nunca he tenido miedo, y menos a lo que estamos hablando, comentó sacando otra vez esa media sonrisa picarona. Es un acabamiento y todo lo que empieza debe terminar, argumentó.

Una vez hecho todo lo debido, y mucho más, no debiera, pero reprocho al escritor la osadía de flaquear.

A veces,  tejidos los cielos de doradas tribulaciones...
Angostan la senda antaño embrujado pasaje del encanto...
Y lo más cotidiano, causa pavor...
Hasta que la increíble belleza de la sencillez, devuelva la calma perdida.