Mediodía





Y quiera o no quiera,  
me baña el cielo 
con su halo ancho 
y dulce de gentileza. 

Quiera o no quiera,
 al sur, el cielo 
azulea con ese
 su tul intenso
 de miel y brea.

Llama el sur al canto
 y a la vida;
 y el verde es verde,
 blanco es el blanco, 
y lila intenso es la ceniza. 

No hay rincón de oscuridad, no lo hay;
 no hay recodo sin hinojo, 
y no hay silencio;
 porque trina el sol allá en lo alto,
 y aquí en mi pecho, grita.

 Me ciega el arcoíris cercano de tu risa,
 me ensordece el giro caprichoso de tu pelo,
 y a escondidas juegan traviesos
 tus deseos con mis caricias.

No se puede morir aquí, no...
 aunque lo intentes.
 Y si murieras, de nuevo alcanzarías 
de un salto el dulce encanto de la vida; 
sin riesgo alguno ni codicia, 
como en un recreo de ritmo perfecto
 que no se acaba, y que me ensucia y me fascina.




Y suavemente se hace noche, 
la noche honda, 
la noche densa que perfuma
 de jazmín el Mediodía;
y los colores se hacen recuerdos,
 y sueños del mañana,
 para envejecer en la cuna fiel
 de mi almohada de azahares, 
bajo la fuente fría.

 Más antes de caer ya es de nuevo el día,
 y la feria del encanto y el canto del ensueño,
 se hacen paz y se hacen dueños de mi vivir,
 que es colibrí de fantasía.

Sur de mis anhelos, 
sur de mi familia,
 sur de mis secretos 
que son de luz,
y no hallan paño ni cruz
 que los oculte de la luz
 del medio día.