El prado de Proserpina
Por encima de los tejados
hablan las campanas,
al caer la noche,
al despertarse del alma...
Jaroslaw Datta
Y trepo a las nubes y a los sueños trepo,
sobrevolando las palabras vanas,
y junto a la luna yo misma canto,
recogidita en sus faldas.
recogidita en sus faldas.
La noche se acerca cautelosa
pintando el cielo de malva,
se insinúa la menguante corona,
la fatiga suspira cercana.
Y en ese momento es cuando
cierro los ojos y abro mis alas,
sobre los puentes y la corriente
tranquila e impetuosa del río,
junto a las torres sin nombre
y las bautizadas campanas...
La noche se cierra,
los campanarios descansan,
de hora en hora callan,
y de hora en hora rezan
sus letanías cifradas.
Rasante y veloz como bruja
atravieso la campiña cuadriculada,
regreso al olivo, a la muralla,
a mi acomodo menguante y nácar.
Y cuando el sol lance sobre los horizontes mansos sus primeros rayos violeta, bajaré de un salto lento y sin piruetas sobre mi cama estrecha y blanca, e interrumpido el nocturno revoloteo, caminaré pesada sobre las cuentas del rosario de lo prohibido, hasta que la noche me llame desde su escondite alto y abierto, a la vista de tu olvido.
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