Todos los días
el firmamento inclinado
sobre sí mismo
me pide un beso.
Y cada noche,
la luna torda o blanca o rosa,
media, llena o nueva,
se pasea y se pasea
por la pasarela del cielo.
Y trepo ilusionada
para verla más de cerca
y abrazada a su halo,
preguntarle por tu día
y por tu tan lejana noche
de invierno.
Bogna Altman
Dime, dulce espía,
de sus quehaceres lejanos.
Dime, fiel espejo de mis fantasías,
qué brillos deslumbraron hoy sus ojos inmensos,
qué penas desgarraron hoy
sus lágrimas en perlas vivas
y lamentos.
Dime, confidente del mundo de los secretos,
del lejano tiempo y del espacio inmundo.
Confíame dónde se encamina
la pegada sombra de mi amado.
Dónde, dime,
le aguarda la dicha
y dónde le espera
el desamparo.
el firmamento inclinado
sobre sí mismo
me pide un beso.
Y cada noche,
la luna torda o blanca o rosa,
media, llena o nueva,
se pasea y se pasea
por la pasarela del cielo.
Y trepo ilusionada
para verla más de cerca
y abrazada a su halo,
preguntarle por tu día
y por tu tan lejana noche
de invierno.
Dime, dulce espía,
de sus quehaceres lejanos.
Dime, fiel espejo de mis fantasías,
qué brillos deslumbraron hoy sus ojos inmensos,
qué penas desgarraron hoy
sus lágrimas en perlas vivas
y lamentos.
Dime, confidente del mundo de los secretos,
del lejano tiempo y del espacio inmundo.
Confíame dónde se encamina
la pegada sombra de mi amado.
Dónde, dime,
le aguarda la dicha
y dónde le espera
el desamparo.
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