El prado de Proserpina
Siendo pequeña eché cuentas y pensé que quería ser
un hombre... aunque debo decir que después tontamente cambié de opinión. Sí, por esa simple y aplastante lógica infantil, yo quería ser un hombre, ¡estaba claro, no había color! Y es que pensé: las mujeres trabajan en la casa de sol a sol, pero nadie les paga; y lo que es peor, todos
les pisan lo "mojao".
Nadie respeta su trabajo porque es "trabajo de
mujer". Ellas paren por amor, amor que a su vez han de pagar con el
sudor de su frente, el riesgo de su vida y el dolor de su vientre… y después,
bueno, después quedan como gusanos, colgadas por los restos del fruto alumbrado; para quererlos y servirlos en lo que sea menester.
A partir de entonces y curiosamente, sus cerebros y sus
corazones describen un movimiento de aceleración circular uniforme, haciéndolas rotar hasta consumirse en torno a
los hijos, tal como lo hicieran insistentes satélites ciegos.
Al fin la mujer, es la sirvienta hermosa y mal mirada, la deslumbrante
flor perecedera, objeto de poesías y prosas bellas que pronto marchita el tiempo, cual
fina piel expuesta al viento u oloroso azahar del tercer alba.
El hombre, en cambio, acostumbra a elegir su meta y defenderla en
un mundo de hombres; tan difícil reto para una dama... ¿tal vez imposible empeño?.
Fuera de la familia, a la mujer sólo se le
reserva una pequeña parcela para “jugar” y ganarse el pan; otra cosa por
supuesto, sería una ridícula injerencia por su parte.
Pero no llamemos al orden a las
estadísticas, tampoco a las razones científicas, ¡no caigamos en tal perorata!, y
tan sólo por una vez y sin que sirva de precedente, echemos un vistazo a través
de la ventana... ¿Quién lleva el mundo sobre sus hombros? ¿alguien alcanza a ver qué género tiene el "Atlas"?
Pero, a ver, nunca fui mucho de cuentas, más bien de letras,
¿sabes? Así que en este instante sopeso la balanza y pienso: ¿qué interés puede
tener este cálculo si le restamos el activo del amor y la entrega, del sueño
hecho vida, del dar a luz a cualquier precio, del arrullo eterno y de ser un
día sueño, aunque al siguiente ya no sea más que un trasto capaz de sacar
cualquier castaña de cualquier fuego?
Yo quiero elegir mi meta y luchar por ella. Quiero ser lo que
quiero ser. Yo quiero ser mujer, y además tengo derecho a dar rienda suelta a mi mucha o poca
inteligencia y habilidades... y quiero, yo sólo quiero que mi recompensa
sea directamente proporcional al producto de mis logros.
Se me da bien trabajar la madera, se me da
bien la bioquímica, la economía, administración de empresas, presidiría genial
un gobierno e incluso trabajo bien el metal, cualquier cosa puedo ser si me
dejan los señores a quienes cuesta tanto ver a una mujer "fuera de lugar",
haciendo igual o mejor que él, el que ahora es su trabajo...¡Son aún tan pocos los que de verdad saben querer y respetar!! Pero si consigo acceder, ¿me pagarán lo
mismo o deberé aguantar sus burlas y oposiciones, sus acosos y su menosprecio igual
que cuando recién fregada mi casa, me pisan el suelo para pasar al sofá y pedirse
algo de comer?.
Pasaré por encima de vuestros suelos, caballeros, no sin antes respetar su grado de humedad, y hablaré un poco menos y mejor que mis otros compañeros. También decidiré el futuro de esta empresa junto al resto, y un día llegará en el que crucemos nuestras miradas en IGUALDAD y rotemos eternamente como satélites en torno al mundo, en aceleración constante y circular . Tomaré ese día tu mano mientras disfruto de lo conseguido, y así como dama ausente, fingiré una profunda amnesia de lo sucedido, aunque acuse por tu causa tanto sobresfuerzo para alcanzar lo mismo.
#historiasporlaigualdad.
#historiasporlaigualdad.
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