Hay una cosa que me dejaste, madre...
Un recuerdo de tu alegría,
un suspiro que por tí suspira,
como poema libre de mañana,
y en la tarde, soneto fresco
olor a dulce duende...
Y se me enreda en el pelo
tu aroma, y en la mente,
y en el recuerdo, se culmina
en pregunta cristalina
que nadie entiende...
Trajiste una flor, dulce doncella,
una flor de la tierra aquella
donde las flores saben de métrica
y de cariños se mantienen.
Lo trajiste, madre mía
de donde las niñas clavellinas
bailan al corro con la fuente...
Madre mía ¡mira tus flores!
sobreviviendo a tus simientes,
madre mía ¡mira la vida!
cómo queda inmóvil y fresca,
alimentando su lozanía,
de tu recuerdo inacabable,
como el aire puro y como el cielo,
y como el agua fresca,
cuando pasa despacito, despacito,
debajo del puente.
Para mamá
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