La habitación de mi alma





Y a pesar de todo,
 las gaviotas vuelan maleducadas,
agitando al viento sus alas finas y osadas;
dibujando requiebros, quebrantando almas, 
y endulzando muy despacito tu linda mirada.






¡Qué bonita es la inocencia! 
¡y que hermosa es tu risa clara!
Mírame, niño, que yo te quiera,
 mírame decirte que tu eres mi plaza. 

Y las flores... las flores, callan, 
abriendo fuerte sus colores, 
destilando lento sus olores, 
amaneciendo suaves la noche larga.

 Ven, jilguerillo, 
ven a posarte ingrávido en mi ventana,
 gorrión de plata y noche, 
golondrina que insistente alquilas 
la habitación de mi alma...





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