La Casa Cruz II

Esse Imaginaria




Pasaron los meses y padre no llegaba. Pasó de largo la primavera ocultando sus trinos tras las piedras del patio que me tapiaba la mirada, y nunca vi a nadie más que al ama y su estampa ajena... Pasaron tantos anocheceres que a solas pensaba que el pueblo entero, la costurera, el molinero, el mozo, las criadas y hasta los perros de la casa debían pensar que también había muerto la señorita desdichada. 


Y ahora era el ama Berta quien regentaba la Casa.


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Cuatro meses transcurrieron lentos como húmedos reptiles sobre los ocultos cimientos de mi alma.  Cuatro meses, ciento veinticuatro días con sus tantas noches iluminadas, pasaron todos ellos con su nauseabundo olor a cenizas desperdigadas, pasaron todos ellos sobre mi cuerpo poseído por lagunas de lágrimas saladas, sobre mi alma y mi soledad tapiada.



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Aquella mañana se encendió grácil con las ascuas de los revoloteos de las golondrinas que al otro lado de la tapia se escuchaban excitadas..  Yo imaginaba que hacían sus maletas para viajar a lugares más templados, y soñaba despierta que partía con ellas... Imaginaba que en sus pequeños zurrones apretujaban sus ilusiones y esperanzas, amores y todas sus doradas albas soñadas.
 Aún acostada imaginé su viaje, seguramente al sur de Andalucía, sobrevolarían las regias torres y los anchos valles, ríos de frescas aguas flanqueados por ejércitos de adelfas rosas y blancas...Cruzarían marciales y ordenadas el Estrecho de Gibraltar y tomarían las tierras más soleadas de esos países sureños donde viven gentes extrañas de piel  oscura que jamás conocieron mi fe ni las costumbres piadosas de nuestros ancestros. 

Ernesto Castillejo Ramos

Padre tardaba demasiado. Pregunté por su llegada al ama Berta aprovechando sus rápidas incursiones en mi mundo tapiado. Pero ya el ama no me hablaba, parecía su mirada avergonzada de sí misma, porque ella ya no era más el ama..Sus vestidos eran suntuosos y su enorme y siempre convulsa pechera de potra vieja se adornaba con las joyas de mi abuela Amalia, las que mi madre nunca usara por prudencia, sencillez y respeto.

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Su única respuesta fue que en adelante, evitase traer ella misma el agua y la comida que a diario me servía poco antes del alba, y que ahora me las trajera una criada desconocida que podría tener mi edad. Era una criatura dulce vestida con un uniforme de servicio que le quedaba grande y la hacía tropezar. Siempre parecía estar horriblemente asustada por un invisible inquisidor que yo no conseguía encontrar aunque sí imaginaba. Muy pronto noté que era incapaz de hablar por los extraños ruidos que de vez en cuando daba por respuesta a mis insistentes intentos de conocerla y entablar conversación. Para mi ella era la vida, alguien que aún tenía la dicha de habitar el mundo real.

─¿Cómo te llamas? Oye, muchacha, dime ¿Cómo te llamas..? Yo me llamo María..No te vayas tan pronto y come un poco conmigo..

─Pero ella se conducía siempre escondida tras una dulce mirada esquiva, como la que porta el animal golpeado y a penas me miraba fugazmente extrañada y confundida. Al fin se marchaba recogiendo los cubiertos del día anterior y sus fastidiosas faldas para no tropezar.

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Aquella mañana en que las golondrinas iniciaban su escapada mi alma deseaba escapar con más fuerza que nunca convencida de que padre, por alguna razón no vendría. Posiblemente nadie envió misiva para él, si, con toda seguridad padre no vendría...Sin saber porqué recordé entonces cómo el abuelo pasaba las tardes de invierno leyendo al sol del jardín delantero, y a su sombra los veranos..Recordé desorientada no se porqué, aquel extraño libro de tapas irregulares que yo, intrigada quise un día leer de sus sabias manos y que jamás volví a ver.. 
_No, María- Dijo entre risas nerviosas- Este es el libro de la historia maldita de los Cruz, o porqué crees que llevamos este nombre??
-Y levantándose de su mecedora de lectura entre quejas y crujido de huesos se lo llevó a saber dónde..Jamás recordé ese libro, hasta hoy..

La tapia del patio era alta y a penas dejaba ver el tercio superior de los cuatro cipreses que daban entrada a la fuente de la casa: Dos a la derecha, dos a la izquierda, el segundo de la derecha tenía su copa torcida hacia un lado y ésta se bamboleaba díscola e inquieta. Cuando la miraba un buen rato parecía hablar con la voz del árbol que decía:

─"Márchate desdichada María, marcha en esta dirección que te indico incesantemente, que ya estoy cansado de advertirte día y noche el camino. Pero insisto e insisto porque sé que eres humana y te cuesta entender el sencillo lenguaje de las flores".

Divertida la charla de la conífera insistente, mucho más que mis recuerdos del pobre abuelo y su historia secreta, por suerte el árbol era perenne y jamás me abandonaría..

Estaba harta de ver pasar los días en tan absurdo encierro, en tan sin sentido olvido..Ningún conocido de la familia, ningún amigo de mis padres...No teníamos familia directa cerca que se interesase por mi estado, pero sí muchos amigos del pueblo, el maestro Matías, el Dr. Rubén, el padre Tomás..Nadie, nadie vino a verme o quizá si..

La nueva criada se acercó a la puerta cargada con las viandas, la esperé impaciente mientras la escuchaba recolocar los cubiertos que había ido desordenando en su caminar vacilante...Rotó la pesada llave en el interior de la puerta y la empujé violentamente para tomar el pasillo que gira a la derecha y después al vestíbulo principal. Pero mucho más larga fue la carrera en mi imaginación que en la realidad..Tras pasar sobre la pobre chiquilla caída entre tostadas y arroz me di de bruces con mi inesperado carcelero, Manuel, el antiguo cochero que esgrimió orgulloso su mueca macabra, me agarró del brazo con tal fuerza que me levantó del suelo y en volandas me arrojó de bruces en el fondo de mi habitación, mientras gritaba horribles amenazas y maldiciones y profería insultos que hacían daño contra mi y mi familia muerta.

 Aquel día no comí, no me importó sólo beber la sal de mis lágrimas...Aquel día supe que jamás me sería posible seguir el requerimiento del ciprés ni la estela de las golondrinas afortunadas. Aquel día sólo pude soñar el recorrido de los renglones secretos que mi abuelo me ocultara.

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