El prado de Proserpina
Lejos, tan lejos que el corazón se llena de ti y el cielo hiela...
Maldigo aquí varada los ejércitos de silencios uniformados y puntiagudos,
tan mal elegidos...
Maldigo a la luna vaga e indiferente que no te acerca. Maldigo mis noches huecas y maldigo, maldigo al miedo y a la incertidumbre que me mantienen quieta...
Y la negra oquedad me cobija en lo hondo de su boca sin muelas, masticando aire como cadáver ciego que hace muecas.
Jaroslaw Datta
Fagocítame, oscura impotencia, tal como descoyuntara a la incauta amapola la psicópata tormenta.
Vuelve a mis brazos temblorosos, serenidad del alma;
vuelve a posar tus labios sobre mi boca.
Vuelve, aroma alto y puro de los nardos.
Vuelve, si quiere y puede algún dios,
ya que no puedo yo,
a acechar las sombras del miedo para tejer
con ellas nuestro ancho y grueso lazo.
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