El prado de Proserpina
Jaroslaw Datta
Padece indiferencia sin tormento,
padece pareceres, parece silencio;
más el verso permanece
y cada día que el papel que lo sustenta
torna en amarillo,
el verso vuela y crece...
Nunca vi morir un pajarillo,
más cuando lo viera muerto,
tal no me pareciera.
Nunca contemplar la muerte del alba pude
y nunca ver se puede la del alma inmensa.
Y es que verso son
el suspiro y la emoción;
verso, el sustento del corazón,
cuando al fin supo de su otro quehacer:
el que en dejando a un lado
el combustible de su sangre,
ya sólo latir sabe
mil páginas de papel.
Nunca vi morir un verso,
apenas lo escuché sobre
el aire del silencio inmenso,
tal que intenso y dulce suspiro.
Suave como el alma generosa,
o chirriante como lamento.
Yo nunca vi morir un verso,
que es conjuro del alma
cuando se endiosa.
apenas lo escuché sobre
el aire del silencio inmenso,
tal que intenso y dulce suspiro.
Suave como el alma generosa,
o chirriante como lamento.
Yo nunca vi morir un verso,
que es conjuro del alma
cuando se endiosa.
Jaroslaw Datta
Padece indiferencia sin tormento,
padece pareceres, parece silencio;
más el verso permanece
y cada día que el papel que lo sustenta
torna en amarillo,
el verso vuela y crece...
Nunca vi morir un pajarillo,
más cuando lo viera muerto,
tal no me pareciera.
Nunca contemplar la muerte del alba pude
y nunca ver se puede la del alma inmensa.
Y es que verso son
el suspiro y la emoción;
verso, el sustento del corazón,
cuando al fin supo de su otro quehacer:
el que en dejando a un lado
el combustible de su sangre,
ya sólo latir sabe
mil páginas de papel.
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