La pasarela del cielo
Tantas veces la vida me ha enseñado,
que ya creo no saber nada...
que ya creo no saber nada...
Agnieszka Lorek
Nada me merece especial cuidado,
nada...
nada...
Nada que no sea el aire
y la balsa calma de tus ojos claros,
nada que no sea el verde viento de tu aliento
o la brisa de tu risa sin motivo y alocada, nada...
Brillen pues las luces de los justos
bajo el manto de esta ciénaga de escarcha,
brillen las verdades,
como los incombustibles luceros lucen
bajo las almohadas más gruesas y pesadas.
Y ya no me importa lo que aprendí
ni eso que aún no sabes,
y no me incumbe lo que supiste
o lo que ignoro a estas alturas lejanas;
porque ya sólo me seduce, cielo,
este cielo que nos cubre y la tierra que nos abrace
mañana, al anochecer nuestra era,
traslúcida libélula de ámbar.
mañana, al anochecer nuestra era,
traslúcida libélula de ámbar.
Y sólos como invisibles
vuelos de aves grises,
vuelos de aves grises,
o como el grito de amor
de una cigarra despechada...
de una cigarra despechada...
Tú y yo somos igual que un recuerdo,
justo cuando ya se ha olvidado;
justo cuando ya se ha olvidado;
pues tal será el paso nuestro, mi cielo,
sobre el tapiz de esta casa de locos
donde juntos bordamos el dechado
de nuestra dulce historia de hielo.
Y regresar podría sobre mis renglones
justo llegado el último suspiro,
corregir podría mis rimas,
corregir estos mis torpes giros,
más nunca será más tersa la piel de este sueño
que tú y yo vivimos
sin haber nunca jamás dormido
en esta larga noche de invierno.
en esta larga noche de invierno.
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