La delgada línea del odio

La pasarela del cielo




El blanco, el negro y la delgada linea del odio 
no entienden de razones ni de llantos, 
 separan mentiras de verdades, 
descoyuntan familias y amistades... 
y en ordenado consejo
 unos pocos se inventan realidades
que se creen los rebaños de balantes.

Elisavet Theodosiou


Cuando el pescador lanza sus artes,
 poco da que sean buenas o malas
que siempre pesca infantes.

Sí,  cuando el codicioso lanza
 su cortina de humo tejida de las ilusiones
 de los desencantados
 y de sus perdidas voluntades,
 poco da lo que se haga,
 que ese día su codicia come cerebros
 y escupe nuevas y maliciosas deidades. 

¡Patria, bandera, derechos, libertades!!!

¿Qué más da que qué más diera,
si sales a cazar y matas cachorros
 y hembras que nada más que vivir
 necesitan y saben?

Engaño y avaricia a raudales recorren las calles,
mientras que los seres pensantes tienen miedo y no salen.

La maldad está en el hombre
 anidando su alma modelable, 
la bondad lo habita desde infante...

Las separa una delgada línea, bailarina insinuante, 
que se prostituye en pos del embustero que más tiene,
 de ese que el arte de la mentira controle y gane, 
del que compre embustes y bien venda jugosas y adulteradas verdades...


Mueran pues ya los mirlos de la esperanza 
y caigan silenciosos entre gritos de odio 
y bramar de coloridos trapos y retales
los castillos de princesas soñadoras 
sostenidos de naipes. 

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