El quinto punto cardinal

El prado de Proserpina


He construido una cajita de cielo, 
un trocito de infierno,
 una porción de libertad acotada
 y un deseo secreto.

gottfried helnwein

 He dibujado un universo finito que es mío y donde nadie más puede entrar. Es un prado de luces y de colores, de aromas y sabor a chocolate y aceituna, por donde al caer la noche se pasea la luna, diciendo adiós al día con su pañuelo blanco... reflejando su figura sinuosa y lenta sobre las lomas de mi  sueño, cabalgando sus nubes y bordeando de encajes nácar y azúcar todo este cuento.

Y hay un horizonte, 
decidí que debía haberlo, 
es violeta y amarillo al caer la noche, 
y rosa y naranja es al despuntar
 el sol en lo alto del cielo.

Nadie puede entrar en mi prado,
 pero dentro hay luces y hay sombras, 
que dan forma a todas las cosas 
e intensidad otorgan a los sentimientos.

  Nadie puede entrar,
 pero ya están dentro el bien y el mal
que pacen en mi prado verde
 desde el principio de los tiempos;
 ambos se aman bien y mal,
 ambos luchan y retozan, 
colorean las nubes y dan de comer 
a las espinas de las rosas
y a los pétalos azules de los crisantemos. 

También hay tapices de hierba fresca
 sobre las dunas doradas que el mar amamanta,
 hay pinos e hinojos, amapolas
 y cuarzos diseminados en el desconcierto
 que yo dispongo y prefiero.

He construido una cajita de recuerdos y de sueños, 
de esperanzas y de miedos,
 que aún no he colmado... 
nunca llegaré a hacerlo. 

Y llegará ese día en que no la abra más, 
llegará el día del deseado misterio, 
el que revele qué hay al otro lado de mi prado;
qué, tras el quinto punto cardinal 
de mi privado universo.


 2º poema publicado en V Antología de poesía libre Mablaz

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