La pasarela del cielo
No me queda más que el recuerdo de aquel sueño
revoloteando sobre las lomas lejanas;
el que bajo mi almohada susurraba trovas altas
como mester de ilusionista ciego
el que se llevara el viento
a las montañas magas...
a las montañas magas...
Jaroslaw Datta
No me queda,
y trenzo y destrenzo incansable mis trenzas,
pienso y despienso tus quejas.
No me queda,
y en el silencio de los menesteres,
monótonos dictadores y salvajes,
imagino perfectos pentagramas ocupados
imagino perfectos pentagramas ocupados
por blancas hadas que sentadas canturrean
sobre los tendederos de tus manos.
Pasado el tiempo,
la soledad me visita para hilar
sus sonetos cojos sobre mis oídos salvajes,
y las nubes que sobre la luna se pasean,
me recuerdan que ya no tienen nada más
que recordarme.
Nada me queda,
más que el recuerdo de tu olvido
suspendido sobre el aliento amargo y tupido
de un suspiro o de una queja.
Aun así sé que tu recuerdo me abraza
al amanecer y al caer la noche sobre las tejas,
sé que mi memoria es terca y que no me deja
si ni el olvido ni el opio la amenaza.
Aun así sé que tu recuerdo me abraza
al amanecer y al caer la noche sobre las tejas,
sé que mi memoria es terca y que no me deja
si ni el olvido ni el opio la amenaza.
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